El hijo olvidado by Mikel Santiago

El hijo olvidado by Mikel Santiago

autor:Mikel Santiago [Santiago, Mikel]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 2024-01-25T00:00:00+00:00


* * *

Salí de allí arrastrando los pies, con el alma por los suelos. Estaba en el pasillo. Podía continuar hasta las escaleras sin cruzar la oficina. Quizá fuera lo mejor. Supuse que las noticias de mis andanzas habían llegado a oídos de todos. Que había mentido a Garai y había accedido al SIP desde el ordenador de los nuevos… Que había puesto a todo el mundo en un compromiso.

Puede que incluso pensasen que yo había tenido algo que ver con la muerte del testigo.

Comencé a caminar, pero me detuve. No quería marcharme así. «Al menos haz algo bien». Entré en la oficina de investigadores y me dirigí donde los nuevos. Uno de los Robocops estaba hablando por teléfono, pero el otro, el que ocupaba el que fue mi sitio, estaba tecleando.

—Hola. —Me planté delante de la mesa—. Perdona un minuto.

Se giró y mantuvo una mirada un tanto dura durante unos pocos segundos. Joven, de unos treinta, barba bien cortada, camisa recién planchada. Tenía el aspecto de un billete nuevo.

—Solo vengo a disculparme —dije—. No debí usar tu ordenador.

—Está bien —se limitó a responder como quien le habla a un loco.

Después volvió la mirada a su ordenador y yo me quedé allí, sin saber qué más decir, sintiéndome como una mierda.

Entonces me fijé en el corcho que había en la pared y que unos días atrás estaba cubierto de aquellas desagradables fotografías del suicidio de una mujer. Ahora estaba vacío. Solo había chinchetas.

—¿Qué pasó con aquel asunto del suicidio? —pregunté, por intentar ser educado yo también—. ¿Le disteis zapatilla?

—Sí. —El agente palmeó una pila de informes que reposaban junto a su teclado—. Justo hoy vamos a enviar los sumarios.

Leí el nombre escrito sobre el primer informe: «Elixabete San Juan». Eso me llevó a recordar brevemente a aquella mujer pelirroja que había visto en las fotos.

—Bueno, me alegro mucho —dije—. Y, de nuevo, perdonad por el lío.

—Claro —respondió girándose otra vez hacia su pantalla.

Me encaminé hacia la puerta. Lo siguiente sería pedirle mil disculpas a Garai por haberle contado una trola y después largarme de allí.

Pasaba por el escritorio del otro Robocop (el escritorio que normalmente ocupaba Arruti) y vi una bandeja donde estaban todas las fotografías de la mujer que se había suicidado en la bañera.

La primera de ellas era un retrato de la mujer, sonriente, viva.

Una mujer pelirroja con unas gafitas de pasta.

Un chasquido. Dos electrones aleatorios colisionando en el vacío. Miré de nuevo esa foto. Me detuve y me di la vuelta.

—Perdona otra vez. —Volví a presentarme delante del agente que acababa de atenderme—. No sé ni cómo te llamas.

El agente sonrió con algo de tensión e incomodidad. «¿Qué coño querrá el loco este?».

—Aritza Mendieta —respondió.

—Oye, Aritza, una pregunta sobre este suicidio… —Señalé el informe—. ¿Lograsteis establecer la fecha y la hora de la muerte?

La pregunta le sorprendió. Arrugó el ceño, como pensando si debería o no responderme.

—Pasaron dos días antes de que encontraran el cadáver, pero creemos que fue la madrugada del 13 de mayo.

—La madrugada del 13 de mayo —repetí casi como un idiota.



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